miércoles, 1 de febrero de 2012

Fantasía

- ¡Espere! ¡Espere, por favor!
-Corre, o jamás llegaremos a tiempo.
- Pero yo no puedo correr tan rápido como usted, señor Conejo.
- Tendrás que hacerlo, sino llegaremos tarde al baile que organiza la Reina Blancanieves. Tienes suerte de que te hayan invitado, los bailes organizados por la Reina Blancanieves son harto conocidos y sólo van las personas más importantes del reino, es raro que alguien de fuera asista, pero al parecer le caíste en gracia a la señorita Caperucita, íntima amiga de la Reina Blancanieves, debió hablarle muy bien a su Majestad de ti.
- ¿En serio? Tendré que darle las gracias.

Al cabo de diez minutos llegaron al gran castillo de la Reina Blancanieves, un hermoso y enorme castillo de ladrillos blancos; se podía oír la música del baile desde fuera, un escalofrío recorrió su espalda, ¿estaría él allí dentro?

Entraron. La decoración era magnífica, a juego con los invitados. Por la sala bailaban y charlaban ilustres personajes como La Bella Durmiente, Rapunzel, Bella, acompañada de Bestia...

El señor Conejo fue a charlar con el señor Gepetto, el principal diseñador de los muebles del castillo, dejándola sola, en un mar de gente que no conocía, pero no le importaba, estaba buscándole a él, pero no lo veía por ninguna parte. Estaba tan absorta buscándole con la mirada que incluso ignoró al Príncipe Azul cuando la invitó a bailar. Pero entonces, lo vio, allí estaba, conversando con Peter Pan y Alicia.

- ¿Qué debería hacer? ¿Qué hago? ¡¿Qué estoy haciendo?!- pensó.
- No deberías jugar con fuego - dijo una voz detrás de ella.

Se giró para ver quién era esa persona, y en cuanto vio sus botas, lo supo.

- ¡Señor Gato! ¿Por qué decís eso?
- Se nota que no sois de aquí, señorita, a mis oídos gatunos han llegado rumores sobre cierto muchacho al que mirabais.
- ¿Rumores? ¿Qué rumores? Además, yo no estaba mirando a nadie.- sentenció sonrojada.
-No intentéis disimular, por favor. Mi instinto felino no puede ser engañado tan fácilmente. Ese muchacho no es lo que parece.
-¿Qué significa eso?
-¿Os habéis fijado en su larga chaqueta y en su sombrero? No son meros complementos: ocultan su verdadero ser.

¿Cómo podía decir eso del chico al que amaba? ¡Qué desfachatez! Su enfado iba en aumento, pero era tal la educación con la que hablaba el Gato con botas que no se atrevió a decirle nada y se limitó a callar.

-Apuesto mis bigotes a que os ha engatusado con palabras amables y tiernas, que os ha tratado como una princesa y dicho que sois la mujer de sus sueños.
-No... - mintió sorprendida al ver que el Gato con botas había adivinado todo eso.
-¿En serio? - sonrió sarcásticamente el Gato con botas.
-¡Por supuesto! No sé qué clase de persona cree que es él, pero se equivoca totalmente. Él es una buena persona, honrada y honesta, nunca mentiría, y mucho menos me diría algo que ya le hubiera dicho a otras chicas, él no es así.
- Vaya, vaya... Recuerdo a alguien que me dijo exactamente lo mismo que vos. Una hermosa joven que también mentía para encubrir a su amado...
-¿Q-quién?
- Mirad a vuestro alrededor, señorita, aquí están los personajes más importantes del reino, pero... ¿Os habéis  percatado de que falta alguien realmente importante?

Miró por todo el salón, pero no hubo nada que le llamase la atención.

-La Cenicienta que siempre contaba mentiras fue devorada por un Lobo. - dijo el Gato con botas mirándola.

Ella palideció, no podía creérselo, no quería. Dirigió la mirada a donde él estaba, le devolvió la mirada y le sonrió, con sus blancos y afilados colmillos.