martes, 14 de febrero de 2012

Cuento de hadas

- Vamos, no os preocupéis. Será divertido.
Le miró dudosa mientras él le tendía la mano.
- Pero... El reloj ya...
- Olvidaos del tiempo. Allí donde vamos no lo necesitaremos.
Finalmente cogió su mano y ambos se dirigieron escaleras arriba. El príncipe azul iba delante, sosteniendo la mano de la joven doncella para guiarla hasta sus aposentos.
Cuando llegaron, el príncipe azul abrió la doble puerta y dejó a la dama entrar primero, pasando a la estancia tras ella y cerrando las puertas tras él.
De espaldas a la puerta, ella miraba la habitación fascinada por lo grande y hermosa que era. Él se acercó por detrás y la cogió por la cintura, mientras besaba su cuello y bajaba lentamente sus manos, acariciando todo su cuerpo.
Temblaba, sabía que eso estaba mal, no quería dejarse llevar, pero el príncipe era realmente convincente.
"Por favor, que no suenen las campanas. Por favor, que se detenga el tiempo."
Pensaba.
"No quiero hacer esto. No quiero que le ocurra nada. Por favor... para..."
Lágrimas deslizándose por sus coloradas mejillas.
- Por favor...aahh... para... no sigaís... aah... no quiero tener que hacerlo...
- ¿Hacer qué?
Sus respiraciones entrecortadas apenas les permitían hablar.
- No quiero... Pero si seguís así... ahhh... Tendré que... aaahhh...
- ¿Qué? -sonrió pícaramente el príncipe mientras la miraba apoyando su barbilla en su pecho.
-  ¡Aaahh! Por favor...
- No tenéis de qué preocuparos... Yo estoy aquí con vos, mi doncella.
Y besó las lágrimas que ella no podía dejar de derramar.
- Lo siento... De veras lo siento, mi príncipe...
El príncipe la miró incrédulo, no sabía qué quería decirle, y entonces, sintió como el metal atravesaba su pecho, y teñía de sangre las sábanas.
Una daga clavada en su corazón.
Vio cómo ella se marchaba corriendo, dejándolo solo agonizando en aquella gran cama, manchada de amor, pasión, sangre y traición.
Las lágrimas no la dejaban ver, corría por aquel largo pasillo tropezándose con sus propios zapatos de cristal, tirando a un lado la daga que le había arrebatado la vida a su amado, con la Luna como único testigo de aquel crímen.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Fantasía

- ¡Espere! ¡Espere, por favor!
-Corre, o jamás llegaremos a tiempo.
- Pero yo no puedo correr tan rápido como usted, señor Conejo.
- Tendrás que hacerlo, sino llegaremos tarde al baile que organiza la Reina Blancanieves. Tienes suerte de que te hayan invitado, los bailes organizados por la Reina Blancanieves son harto conocidos y sólo van las personas más importantes del reino, es raro que alguien de fuera asista, pero al parecer le caíste en gracia a la señorita Caperucita, íntima amiga de la Reina Blancanieves, debió hablarle muy bien a su Majestad de ti.
- ¿En serio? Tendré que darle las gracias.

Al cabo de diez minutos llegaron al gran castillo de la Reina Blancanieves, un hermoso y enorme castillo de ladrillos blancos; se podía oír la música del baile desde fuera, un escalofrío recorrió su espalda, ¿estaría él allí dentro?

Entraron. La decoración era magnífica, a juego con los invitados. Por la sala bailaban y charlaban ilustres personajes como La Bella Durmiente, Rapunzel, Bella, acompañada de Bestia...

El señor Conejo fue a charlar con el señor Gepetto, el principal diseñador de los muebles del castillo, dejándola sola, en un mar de gente que no conocía, pero no le importaba, estaba buscándole a él, pero no lo veía por ninguna parte. Estaba tan absorta buscándole con la mirada que incluso ignoró al Príncipe Azul cuando la invitó a bailar. Pero entonces, lo vio, allí estaba, conversando con Peter Pan y Alicia.

- ¿Qué debería hacer? ¿Qué hago? ¡¿Qué estoy haciendo?!- pensó.
- No deberías jugar con fuego - dijo una voz detrás de ella.

Se giró para ver quién era esa persona, y en cuanto vio sus botas, lo supo.

- ¡Señor Gato! ¿Por qué decís eso?
- Se nota que no sois de aquí, señorita, a mis oídos gatunos han llegado rumores sobre cierto muchacho al que mirabais.
- ¿Rumores? ¿Qué rumores? Además, yo no estaba mirando a nadie.- sentenció sonrojada.
-No intentéis disimular, por favor. Mi instinto felino no puede ser engañado tan fácilmente. Ese muchacho no es lo que parece.
-¿Qué significa eso?
-¿Os habéis fijado en su larga chaqueta y en su sombrero? No son meros complementos: ocultan su verdadero ser.

¿Cómo podía decir eso del chico al que amaba? ¡Qué desfachatez! Su enfado iba en aumento, pero era tal la educación con la que hablaba el Gato con botas que no se atrevió a decirle nada y se limitó a callar.

-Apuesto mis bigotes a que os ha engatusado con palabras amables y tiernas, que os ha tratado como una princesa y dicho que sois la mujer de sus sueños.
-No... - mintió sorprendida al ver que el Gato con botas había adivinado todo eso.
-¿En serio? - sonrió sarcásticamente el Gato con botas.
-¡Por supuesto! No sé qué clase de persona cree que es él, pero se equivoca totalmente. Él es una buena persona, honrada y honesta, nunca mentiría, y mucho menos me diría algo que ya le hubiera dicho a otras chicas, él no es así.
- Vaya, vaya... Recuerdo a alguien que me dijo exactamente lo mismo que vos. Una hermosa joven que también mentía para encubrir a su amado...
-¿Q-quién?
- Mirad a vuestro alrededor, señorita, aquí están los personajes más importantes del reino, pero... ¿Os habéis  percatado de que falta alguien realmente importante?

Miró por todo el salón, pero no hubo nada que le llamase la atención.

-La Cenicienta que siempre contaba mentiras fue devorada por un Lobo. - dijo el Gato con botas mirándola.

Ella palideció, no podía creérselo, no quería. Dirigió la mirada a donde él estaba, le devolvió la mirada y le sonrió, con sus blancos y afilados colmillos.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Desayuno

- ¿Recuerdas nuestra última conversación?
- Sí, sobre fantasmas y esas cosas, decías que tú no creías en eso.
- Quizás haya cambiado de parecer.
- ¿Y eso por qué?
- Este fin de semana, mi padre y yo fuimos a nuestra casa de campo, mi hermano estaba enfermo así que mi madre y él se quedaron en casa. Al ser sólo dos para limpiar la casa y hacer las demás tareas, no tardamos mucho en irnos a la cama.
- Como los niños pequeños.
- Cállate y escúchame.
- Vale, vale.
- Bien, pues eran sobre las 3 de la mañana, y me desvelé, comencé a escuchar ruidos en la cocina, mi padre estaba también despierto, preparándose algo de comer o algo, pensé. Por lo que me levanté e iba a ir a la cocina a ver si me preparaba algo a mi también. Pero fui a salir de mi habitación y... ¿Sabes dónde está la habitación de mis padres en el campo?
- Sí, al lado de la tuya.
- Sí, pues salí y vi que la puerta de la habitación de mis padres estaba entornada, y ya sabes, la costumbre, miré de reojo, y mi padre estaba ahí, dormido.
- Entonces... ¿qué había en la cocina?

martes, 13 de diciembre de 2011

Confusiones. Parte 1

- ¿Qué tal te va con él?
- ¡Muy mal! Es tu mejor amigo, ¿no podrías hacer algo para que nuestra relación avanzase algo?
- ¿Qué? No sé... No creo que sea una buena idea, además, no sé qué podría hacer yo.
- ¡Oh, venga! Mira, si me ayudas con él, yo te ayudaré con ella.
- ¿En serio? Mmmm... Vale, está bien, haré lo que sea para que te conviertas en su novia.
- Pues yo te convertiré en el mejor caballero del mundo para que la puedas conquistar.
- Es un trato.

Se estrecharon la mano con una sonrisa de satisfacción en sus labios. Era el comienzo de una amistad. y dos relaciones amorosas si todo salía bien. Pasaron mucho tiempo juntos: planeando cada detalle a la perfección, calculando en qué lugar exacto se encontrarían con sus respectivos, qué les dirían....
Y seguía pasando el tiempo, acabaron siendo muy buenos amigos, con una confianza entre ellos digna de admiración, siempre estaban sentados el uno al lado del otro, reían juntos, se cuidaban...

Sin duda, era una gran amistad.

martes, 22 de noviembre de 2011

Armario

- Nadie me creyó.
- Lo sé, cielo.
- Pero es verdad. A todas horas se oían esos infernales ruidos que no me dejaban dormir, se escuchaban como si estuvieran al lado, ¿cómo es que nadie más los escuchaba? ¡Es imposible! ¡Se hacen los locos! No quieren reconocer la verdad, pero yo sí la sé, y no estoy loca, sé lo que me digo. Ellos tenían tanto miedo como yo de esos ruidos, pero no querían saber que eran.
- Cobardes.
- ¿Verdad que sí? Pero yo no, yo averigüé qué eran: fantasmas.
- No me lo puedo creer. ¿Cómo lo averiguaste?
- Me lo dijeron en mis pesadillas, me dijeron que había pasado algo en mi habitación, en el armario. Que alguien había... muerto ahí.
- Me alegra que descubrieses la verdad, ¿estás más tranquila ahora?
- No... realmente no... Aún me cuesta dormir por las noches. Cuando estoy en mi cama por la noche, no puedo evitar mirar hacia ese enorme armario y pensar en la horrible muerte de ese pobre muchacho.
- Mmmmm... Es curioso.
- ¿El qué?
- Yo también pensé eso cuando me ahorqué ahí dentro, ¿crees que significará algo?



jueves, 10 de noviembre de 2011

Contracorriente

-¿Repollos?
-¡Sí! Montones de repollos, ¿no es tan raro, no?
-Honestamente, sí, la mayoría de la gente suele encargar rosas.
-¿De verdad? Eso sí que es extraño, los repollos son mucho más bonitos y grandes, discúlpeme pero no le encuentro ninguna lógica a eso de comprar rosas, pudiera llegar a comprenderlo si fueran ancas de rana o aceitunas, pero en ningún caso rosas.
-Pero señorita...
-¡De ninguna manera! No permitiré que me engañe con esas ridículas afirmaciones suyas. Deme mi ramo de repollos, por favor.
-Bueno, si insiste....
-Gracias.
-Pero tenemos una magnífica oferta de ramos de rosas por ser San Valentín...
-Ya le he dicho que no me interesan esas tontas rosas, y si es usted tan amable, deme el ramo de repollos, que he de escribir un tarjeta en la que pongo "te quiero".


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cobardía

Quiero decirle todo lo que siento, quiero que no me duela pensar en él, quiero que me abrace, quiero sentirme segura entre sus brazos, quiero despertarme y verle a mi lado, quiero que siempre esté conmigo.
No quiero que se vaya, no quiero aguantar callada ver cómo se olvida de mi, no quiero no significar nada para él, no quiero estar triste, no quiero que me diga adiós.
Y sin embargo, ¿por qué aún no le he dicho nada? ¿Por qué a pesar de que mis piernas tiemblen cuando hablo con él no soy capaz de abrazarle? ¿Por qué aunque mi corazón se pare cada vez que lo veo, no he tenido el valor de decirle un simple me gustas?
¿Y qué si soy cobarde?